Reflejo

Papá mira lo que hice,
pero dedícame tiempo,
mi círculo de amigos es reducido
y eres la única referencia que tengo.

Papá me gané una medalla,
pero valora lo que hago,
mis actividades son tan pocas
que es extraño sobresalir en algo.

Papá tengo una novia,
pero aplaude mis conquistas,
tengo tantos traumas
que pensé en estar solo toda la vida.

Son tantos los desplantes,
los desaires,
olvido y abandono,
que solo melancolía colecciono.

¡La culpa es del maldito espejo!,
resaltaba con insistencia mi madre;
no le hallé la conexión
y nunca me ocupé de encontrar la explicación.

Hoy, sin embargo,
dentro de las notas que me heredó el abuelo,
apareció una rima que me dejó perplejo,
los lazos familiares soportan un ego complejo.

“Siempre que se te consultó tu opinión,
mirabas al espejo,
porque no aceptabas la propuesta del otro,
sino que todo se tenía que amoldar a tu reflejo”.

Contundente, hasta en la interacción
con un gigante como el Estado,
las personas suelen
adaptar todo a su criterio.

Y lo que puede ser importante para el hijo,
puede ser insignificante para su progenitor,
cuando la empatía falta,
el ejemplo de su eco llega por imposición.